14 diciembre 2009

PEDRO, EL GUAJIRO


…hacía tanto calor, que decidimos meternos a tomar un refresco en aquella especie de bar con patio. Unas mesas a la sombra de un porche y buenos músicos de jazz latino amenizando el momento, nos sugerían no pasar por alto el lugar, seguramente sería el mejor sitio para sentarse de todo TRINIDAD.

Recuerdo que me trajeron mi refresco de naranja, una lata medio fría marca Ciego Montero y con una pajita, o absorbente, como allí se dice. Cualquier cosa liquida con burbujas me hubiese entrado bien en esos momentos, pero cuanto echaba de menos una Coca-Cola Light en un vaso de tubo lleno de hielos y con su trozo de limón.

Exhaustos después de haber recorrido a pie gran parte de la ciudad, comentábamos tranquilos sobre el impresionante calor que estábamos padeciendo, mientras observábamos curiosamente al personaje que teníamos al lado.

Un auténtico guajiro alto y robusto, con esa tez morena curtida por el sol y el viento del campo. Vestía botas camperas y sombrero de paja y debajo de su gran bigote señoreaba un enorme puro cubano. No parecía tener los cerca de 80 años que decía que tenía.

Nos llamaba mucho la atención, pero a mi lo que me impresionaba realmente, era ese machete de más de medio metro que prendía de su cinturón. Que ganas tenía de cogerlo en mis manos.

Dos años antes intenté conseguir uno similar en ECUADOR y no me lo pude traer, pero en esta ocasión estaba decidido a llevarme uno, así que, animado por Nuria, que sabía de mi antojo, abordé al desconocido y sin referirme al calor ni esas cosas, para entablar conversación, directamente le pregunté:

- ¿Puedo coger su machete?

Con movimiento muy lento lo desenfundó y con tono amable, en voz muy baja, me dijo,

- claro que sí.

Me lo prestó y como pasa con todas las armas, aunque uno las odie, se te adhieren cómodamente a la mano e imaginas. Me dieron ganas de golpear sobre la mesa con él, pero me conformé con cortar un par de veces el aire, simulando esos guías de las expediciones africanas, cuando se abren camino por la selva espesa.

- Lo vendé?

Le pregunté tímidamente, a lo que me contestó, que no estaba en venta, peo que si quería otro que él tenía en su casa, si que me lo podría vender, porque ya no lo usaba.

En 5 minutos estábamos en su casa enseñándome el machete y conversando de las cosas del campo y de cómo le iba la vida por allí.

Durante la conversación, me comentó que tenía un libro que le habían mandado unos turistas españoles que hace tiempo estuvieron por allí y que le reconocieron por dicho libro. Sacó de un cajón de su habitación, una bolsa de plástico en la que envolvía el libro en cuestión.

Que sorpresa me llevé, cuando estiró la mano y me pasó la "Guía de viajes Océano" con un primer plano de su rostro como foto de portada.

http://www.antartica.cl/antartica/servlet/LibroServlet?action=fichaLibro&id_libro=22587


Él comentaba, que aquellos turistas españoles le habían hablado de derechos de imagen y cosas que el no entendía, pero que, según ellos, por esa foto le tenían que haber pagado bastante dinero. Y cuanta razón tenían, pero él nunca vio ni un centavo.

Así que, después de un interesante rato hablando, nos fuimos de nuevo al bar.

Allí nos despedimos de él y tan sonriente se quedó con su puro en la boca y su sombrero de paja. Mientras nosotros nos alejábamos calle abajo bajo el sol abrasador y con otra cosa más para cargar en la mochila, el machete de Pedro.

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