09 enero 2010

DAVID Y EL NIÑO LACANDÓN


… era mi segundo día en CHIAPAS después de haber pasado la noche en una cabaña en la selva. Me levanté temprano y caminé hacía la zona arqueológica de PALENQUE.

Cerca de allí, algunos se ofrecían para acompañarme como guía para explicarme y orientarme por entre las ruinas, pero yo prefería ir sólo, llevaba un plano del sitio bastante instructivo.

Que maravilla de lugar, era impresionante como en medio de la selva emergía una verdadera ciudad maya. Enormes pirámides y templos antiguos muy bien conservados. Entré en alguna pirámide y era emocionante la sensación de estar ahí dentro, sobre todo leyendo las historias que guardaban sobe sacrificios, el rey Pacal, creencias extrañas, etc.

Tanta historia me cansaba, sobre todo después de casi tres horas indagando por allí, así que opte por alejarme un poco y adentrarme más en la selva.

Tras un rato andando sin rumbo fijo, pero siguiendo un camino, me dejé llevar por el sonido de unos niños que parecían estar jugando. Me acerqué y eran tres niños que intentaban coger fruta de un árbol grandísimo lanzando piedras a las ramas, pero sin éxito.

Uno de ellos era un indígena lacandón, enseguida me di cuenta, porque vestía el típico atuendo de su tribu, esa larga túnica blanca y con ese cabello tan negro y largo, resultaba inconfundible.

http://www.cdi.gob.mx/ini/monografias/lacandones.html



Me ofrecí a ayudarles, pero un tanto desconfiados, evitaron relacionarse conmigo y amablemente me agradecieron el ofrecimiento, pero preferían estar solos.

Continué caminando y al cabo de unos minutos, ellos mismos me llamaron para que les cogiera un apetecible mango que colgaba de una de las más altas ramas, tomé la piedra y tras unos cuantos intentos conseguí derribarle. Fue divertido, formamos en un momento una lluvia de piedras, que a veces, alguno tenía que correr con las manos en la cabeza por si acaso. Además, la risa que les entró cuando de repente, mis pies se cubrieron de hormigas en menos de 10 segundos que permanecí encima de un hormiguero. Saltaba y pataleaba, a la vez que soltaba pestes por la boca haciendo referencia a esas malditas hormigas devoradoras y asesinas, que me mordían y se me metían por el pantalón, claro que, lo hacía sabiendo que les iba a hacer gracia, algunos ya sabéis lo payaso que soy yo a veces, supongo que por eso les gusto tanto a los niños.

Parece que le cogimos el gusto y continuamos buscando más mangos. Y unos cuantos mangos más tarde nos cansamos y paramos a comernos alguno, mientras me contaban sus cosillas.

Ellos se llevaron una bolsa entera y yo me llevé solo uno, en realidad la idea fue de ellos y seguro que a ellos les alegraba llegar a su casa enseñando unos cuantos mangos.

Antes de irme recordé que tenía un cuaderno que traía para tomar notas y apuntes y se lo regalé a Enrique, que así se hacía llamar y que parece le hacía ilusión y le gustaba, a pesar de que no conocía a Los Lunnis.

Por cierto, los mangos estaban riquísimos.

2 comentarios:

  1. ¡Qué anécdota hermosa, David!
    ¿Cómo estás? Hace rato que no paso por tu fotolog :P
    Seré curiosa... ¿en qué cabañas te quedaste? Cuando yo vivía en Chiapas solíamos organizar campamentos de educación ambiental en el campamento Lacanjá (uno de mis lugares preferidos en esas zonas ^^).
    Un gran abrazo desde el Sur,
    Nina

    ResponderEliminar
  2. Hola Nina!!
    Que sorpresa cuando vi que eras tu mi tercera seguidora, jeje!

    No me acuerdo muy bien, creo que...
    "El Panchan" (lo acabo de mirar)
    Un sitio donde por la noche había actuaciones en directo, me gustó mucho.
    Me acuerdo que el grupo que tocaba se llamaba Los Mismos, tengo fotos.
    No conózco Lacanjá, pero lo acabo de echar un vistazo y esta genial. Jo, que ganas de volver...

    Un abrazo desde la vieja Europa

    ResponderEliminar